EDUCAR PARA SER FELIZ
Toshiro Kanamori, entiende la educación como el proceso que permite a las personas ser felices, recuerda a sus alumnos que sólo tienen una vida y que deben vivirla con alegría.
Ser feliz es una práctica que se va conquistando poco a poco al estar ligada al proceso de crecimiento interior de cada persona. La felicidad tiene mucho que ver con el sentido de la propia vida, con encontrar valor y disfrutar cada momento como algo único y valioso a vivir, aceptando lo que es, disfrutando y viviéndolo desde quien uno es. Es por ello, que las acciones del profesor deben de estar dirigidas en gran medida, al progreso y evolución del alumno, facilitando los medios para que puedan enfrentar su realidad y alcanzar la felicidad.
La educación juega un papel clave en la construcción de la personalidad del individuo. Se trata de un proceso evolutivo y de desarrollo, en el que los docentes jugamos un papel esencial. La finalidad para alcanzar este bienestar y felicidad que perseguimos es ayudarles a que sepan qué es lo que quieren hacer con su existencia, desarrollen todas sus potencialidades y decidan su propio destino. Para lograr este propósito, es necesario que los profesores hagamos un trabajo de crecimiento y transformación interior, de esta forma, si queremos educar para el desarrollo integral y la felicidad de nuestros alumnos, el primer requisito es que el docente sea feliz.
El papel del docente es y debe ser fundamental en el desarrollo del estudiante para su completo desarrollo personal y formativo. La vocación es un elemento muy importante para conseguirlo pero no es el único, el profesor debe y tiene que sacar lo mejor de cada uno de sus alumnos para así fomentar sus habilidades y potenciarlas. La autoestima, la idea que tengamos de nosotros mismos es fundamental, debemos potenciarla con el objeto de afrontar mejor los fracasos, que sin duda llegarán, porque la capacidad de ser feliz es directamente proporcional a la capacidad de afrontar las frustraciones. Los alumnos deberán ser capaces de hacerlo con las mayores garantías, ya que el fracaso, realmente lo es, cuando consigue paralizarte, cuando te convence de que abandones tus metas y sueños.
Debemos apostar por programas preventivos de educación emocional o el desarrollo de escuelas emocionalmente inteligentes y positivas, podrían ser la clave para la consecución de este objetivo.
Al mismo tiempo debemos defender la importancia de una formación personal e integral de los profesionales de la educación, fomentando el compromiso, la reflexión, el pensamiento crítico, la tolerancia, la motivación y la felicidad.
“Enseñar no es una función vital, porque no tiene el fin en sí misma; la función vital es aprender” Aristóteles (384 AC-322 AC).
Artículo redactado por Alfonso Padilla Garrido, coordinador de TEGU (Guía en el Medio Natural y del Tiempo Libre) en ESYDE Huelva y profesor de la asignatura de Formación y Orientación Laboral, licenciado en Derecho.