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Artículo por Alfonso Padilla Garrido, coordinador de ESYDE Formación en Huelva, ubicado en el colegio Montessori. Licenciado en Derecho, imparte los módulos de Formación y Orientación Laboral. 

PREVENCIÓN,  ¿CULTURA O NEGOCIO?

La ley de Prevención de Riesgos laborales aprobada en el año 1995 habla de “fomentar una auténtica cultura preventiva, mediante la promoción de la mejora de la educación en materia de seguridad y salud laboral en todos los niveles educativos, involucrando a la sociedad en su conjunto.”

Dicho lo anterior, es en la infancia cuando se modelan las conductas que dañan a la salud, y por tanto, los años de educación escolar obligatoria sería la etapa más propicia para potenciar un modo de vida sano y saludable. Los niños de hoy serán los directivos, altos y medios mandos, políticos, etc, del día de mañana, y es en este período inicial de la vida cuando más podemos influir en transmitir valores relacionados con la prevención de riesgos laborales.

Es el momento de invertir más en prevención en niños y jóvenes, para cosechar los frutos en un futuro próximo donde la reducción de daños a la salud laboral y no laboral consiga mejorar la calidad de vida de las personas.

Sin embargo, como en tantos otros aspectos de la vida, hay otro reverso en la prevención de riesgos laborales que me siento obligado a  abordar, no con la intención de  influir en el lector, sino  de abrirle los ojos a una realidad que puede que ignore.  Me estoy refiriendo al negocio que se genera tras los servicios de prevención ajenos. Estas empresas especializadas son prácticamente la única opción posible que tienen las pymes de afrontar la prevención, y no en pocas ocasiones acosta de la sobresaturación de los técnicos que en ellas trabajan.

En el pasado,  trabajé como técnico de prevención de riesgos laborales durante tres años en dos servicios ajenos de prevención. Mi experiencia, aunque gratificante en muchos aspectos fue derivando en una presión insostenible a nivel físico y emocional. Como cualquier negocio con aspiraciones lucrativas se les exigía a los técnicos unos resultados, no sólo técnicos, sino también a niveles  económicos y mercantiles,  de captación de nuevas empresas clientes. Todo esto derivaba en una sobresaturación de empresas que debía de llevar como técnico, repercutiendo como no podía ser de otro modo en las empresas clientes a las que llevaba la prevención como técnico, pues no era capaz de gestionar eficazmente toda la documentación legal necesaria y atender todas sus demandas relacionadas con la prevención.

Llegados a este punto, es dónde el lector debe de ser consciente de la dicotomía que se abre ante él en este asunto.  La prevención es una herramienta muy útil en el mundo laboral que nos toca vivir, pero ¿cuál es el precio que se debe pagar por ello? Quizás una regulación legal más exhaustiva  sea parte de la solución.  Lo que en mi opinión no es admisible a todas luces, es la  protección  por desigual que sufren todos los actores llamados al mundo de la prevención, me refiero en concreto a los técnicos PRL, llamados a jugar un papel fundamental en ella, pero siendo también  víctimas, en no pocos casos, del mercantilismo de las empresas para las que prestan sus servicios.

(Artículo de opinión de Alfonso Padilla Garrido)

PREVENCIÓN,  ¿CULTURA O NEGOCIO?

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